Con un ruido ensordecedor instituyó en el camino de hierro
la población que por tantos años vivió en calma, en paz.
Una calma y una paz que cosecharon una sociedad enraizada a los ideales, a los deberes...
aferrada a sus creencias y a sus fiestas dominicales en que manifestaban sus sentires.
Esa quietud aparente conquistó los corazones laguneros por un siglo;
un centenario que después de festejarse, derramó la sangre de los serenos.
En las noches sombrías lo último que se escucha después de sirenas y heridas al aire es esa torre cayendo en pedazos...
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Por todos nosotros....los que estamos y los que ya no están; los que aún no vienen, no terminemos con un mundo, un México, una torre punto final
miércoles, 18 de febrero de 2009
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